A lo largo de los 114 capítulos del Corán podemos
encontrar información sobre diversos Profetas enviados por Dios a la humanidad.
Esta información está presentada en diferentes formas. Desde unos pocos
versículos, hasta la narración extensa respecto al Profeta Yusuf, que ocupa un
capítulo completo.
Además, casi invariablemente, los Profetas
llegaron cada uno a su pueblo en particular con el mismo mensaje. Ellos exhortaron
a su gente a adorar solo a Dios, y no asociar a nada ni nadie con Él. Las
historias de los Profetas hacen énfasis en esta doctrina básica del Islam de
que Dios es Uno.
El Corán deja muy claro que los hijos y las riquezas son un adorno de esta vida y que se nos pondrá a prueba a través de nuestro amor por ellos
En las historias de los Profetas,
vemos que Dios probó a varias naciones a través de la pérdida de la salud y de las
riquezas, incluso con la pobreza extrema. Dios declara que el arrepentimiento y
la paciencia son las claves para la vida eterna, por lo tanto, aceptar estas
pruebas e incluso dar gracias a Dios por ellas, denota un nivel elevado de fe.
La humanidad, sin embargo, está en una lucha constante por aceptar el mensaje
de Dios. Muchas naciones fallaron.
La historia del Profeta Job es
diferente. A través de su historia podemos ver la lucha de la humanidad a un
nivel más personal. Dios no nos cuenta sobre los métodos con que Job predicó a
su pueblo o cómo este rechazó sus advertencias y admoniciones. Dios no nos
cuenta sobre la suerte que corrió el pueblo de Job. En lugar de ello, Él nos
habla acerca de la paciencia de Job. Dios Todopoderoso alaba a Job diciendo:
“Job fue paciente [ante todas las adversidades]. ¡Qué excelente siervo; volvía a Dios en todos sus asuntos y se arrepentía con sinceridad!”
Los cristianos a menudo se refieren a
la “paciencia de Job” y, curiosamente, también los musulmanes se refieren a la
paciencia de Job y tratan de imitarlo de cara a la adversidad implacable. En el
siglo X d.C. el renombrado erudito islámico Ibn Kazir reunió la poca
información que ha sobrevivido sobre Job, de modo que lo que sigue a
continuación es la historia de Job basada en el Corán, las tradiciones
auténticas del Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios
sean con él, y la obra Historias de los Profetas, de Ibn Kazir.
Job era un descendiente de Noé (Corán 6:84).
Amaba a Dios, lo adoraba solo a Él, era paciente, firme y pedía perdón a Dios a menudo.
Satanás escuchó a un grupo de ángeles decir que Job era el mejor hombre de su
generación, y el corazón oscuro de Satanás se llenó de celos y rabia en
silencio. Su plan fue tentar a Job para alejarlo del bien y hacerlo caer en la
incredulidad y la corrupción. Satanás intentó distraer a Job de sus oraciones,
pero él se mantuvo firme, rezando con compromiso y concentración.
Esto provocó la ira de Satanás, quien
se quejó ante Dios diciéndole que Job era un adorador devoto solo porque Él lo
había bendecido con riqueza y posesiones. Dios le permitió a Satanás destruir
las posesiones de Job, pero él se mantuvo fiel a su creencia y reconoció que
Dios es capaz de dar o quitar la riqueza y las posesiones según Su parecer.
Satanás se sintió más frustrado y regresó ante Dios diciéndole que Job solo
ocultaba su decepción debido a su gran familia feliz. Satanás y sus ayudantes
destruyeron la casa de Job, el edificio se vino abajo matando a todos sus
hijos.
Una vez más, Job se volvió hacia Dios
buscando consuelo y aceptando esta dura prueba sin quejarse. Satanás se
disfrazó y se acercó a Job con la forma de un anciano. El anciano fingió
compadecerse de Job y le sugirió que Dios no lo había recompensado por su
devoción y sus oraciones, pero Job respondió que Dios “a veces da y a veces
quita” y que él estaba complacido con su Creador. La cólera silenciosa pero
ardiente de Satanás creció. Volvió ante Dios diciéndole que Job estaba en forma
y saludable, y que por ello tenía la esperanza de recuperar su fortuna y tener
más hijos. Satanás pidió permiso de destruir la salud de Job. Dios le concedió
a Satanás su tercera petición, pero no le permitió tener influencia alguna
sobre el alma, el corazón ni el intelecto de Job.
Satanás y sus colaboradores comenzaron
a dañar el cuerpo de Job por voluntad de Allah. Lo redujeron a mera piel sobre
huesos y lo hicieron sufrir dolores fuertes. Job también fue afectado por una
enfermedad que hacía que la gente se alejara de él con repugnancia, y sus
amigos y parientes comenzaron a abandonarlo. Solo su esposa permaneció con él.
Ella se preocupaba por él y lo cubrió de bondad aun cuando se quedó sin dinero
y tuvo que trabajar como sirvienta para llevar un poco de comida cada día para
los dos.
A lo largo de esta experiencia
terrible, Job mantuvo su devoción hacia Dios. Sus labios y lengua siempre
recordaban a Dios y él nunca se desesperó ni se quejó. Al contrario, siguió
agradeciendo a Dios incluso por esta gran calamidad que le había ocurrido.
Satanás sentía el peso de su fracaso, no sabía cómo seducir a Job para alejarlo
de su devoción hacia Dios, así que decidió acosar a su esposa. Se le apareció
en la forma de un hombre y le recordó los viejos tiempos y lo fácil que había sido
su vida anterior. La esposa de Job se echó a llorar y enfrentó a Job
diciéndole: “Pídele a tu Señor que quite este sufrimiento de nosotros”.
Job se entristeció y le recordó a su
esposa que Dios los había bendecido con riqueza, hijos y salud durante 80 años,
y que este sufrimiento había estado sobre ellos por un período relativamente
corto de tiempo. Declaró que se sentía avergonzado de pedirle a Dios que les
quitara las dificultades y amonestó a su esposa diciéndole que si alguna vez
recuperaba la salud, le daría 100 golpes. La esposa amorosa de Job quedó
devastada, dio la vuelta y buscó refugio en otra parte. Job se sintió indefenso
y se volvió hacia Dios, no para quejarse sino para rogar por misericordia.
“[El Profeta] Job invocó a su Señor: [¡Oh, Dios! Tú bien sabes que] He sido probado con las enfermedades, pero Tú eres el más Misericordioso. Respondí su invocación y lo curé de sus enfermedades, y le di nueva descendencia, multiplicándola como misericordia de Mi parte y como recuerdo para los adoradores devotos”.
Dios le devolvió casi de inmediato la
salud a Job. La esposa de Job no soportaba estar mucho tiempo separada de su
esposo amado, así que regresó y se sorprendió al ver su recuperación. Lloró
agradeciendo a Dios, y al oír sus palabras, Job se preocupó. En su ira, él había
jurado golpear a su esposa, pero no tenía deseos de hacerle daño porque la
quería mucho. Dios quiso tranquilizar el corazón de su siervo devoto y
paciente, así que le aconsejó:
“Toma en tu mano un manojo de hierbas y golpea [simbólicamente] con él a tu esposa, para que no perjures”
Por las tradiciones del Profeta Muhammad sabemos que Dios también restauró la riqueza de Job. Se dice que un día, mientras tomaba un baño, Dios lo cubrió con saltamontes de oro[1].
Dios
recompensó la paciencia de Job en abundancia. Su salud fue restablecida, su
familia regresó con él y se multiplicó, y una vez más se convirtió en un hombre
rico.
Dios nos dice que la historia de Job es
un recordatorio para todos aquellos que Lo adoran (Corán 21:84).Cuando
uno realmente adora a Dios con total sumisión, es necesario tener paciencia.
Rezar toda la noche requiere paciencia, ayunar requiere paciencia, vivir con
problemas y pruebas requiere paciencia. La vida de este mundo es una prueba, y
a fin de pasarla y ser recompensados con el Paraíso, debemos adquirir la
paciencia de Job.
[1]
Sahih Al Bujari.