El Faraón estaba furioso. Su reino de
miedo estaba construido sobre la opresión del pueblo y el mantener sus mentes y
corazones cautivos. Toda la gente de Egipto desde los ministros y magos hasta
el menor de los esclavos y siervos, temían el poder y la furia del Faraón, pero
Moisés le había expuesto un punto débil. Al Faraón le preocupaba que su reinado
fuera desenmascarado, sin embargo, estaba rodeado de aduladores y parásitos que
lo instaron a una mayor tiranía.
Los oficiales de seguridad y de
inteligencia del Faraón comenzaron a difundir rumores. Decían que Moisés y algunos
magos se habían complotado en secreto para que Moisés ganara la competencia.
Los cuerpos sin vida de los magos muertos fueron colgados en lugares públicos
para aterrorizar a la gente. Debido a su asociación con Moisés, los hijos de Israel
se convirtieron en chivos expiatorios. Se quejaron ante Moisés de que fueron
maltratados cuando él nació y ahora él les causaba opresión de nuevo.
El faraón ordenó más muertes, saqueos y
violaciones. Apresó a cualquiera que hablaba en contra de esta opresión, y Moisés
estaba impotente. No podía intervenir. Aconsejó tener paciencia y observar en
silencio. Los hijos de Israel se quejaron con Moisés y él quedó en una
situación muy difícil. Como se había enfrentado a los planes y tramas del
Faraón, su pueblo se había vuelto contra él y uno de los suyos estaba
trabajando con los agentes del poder egipcio.
Qarún era un hombre de los hijos de Israel
bendecido con riqueza y estatus, mientras todo a su alrededor era pobreza e
incluso indigencia. Él no reconocía las bendiciones de Dios y trataba a los
pobres con desprecio. Cuando Moisés le recordó que su deber, como el de todo
aquel que adore a Dios, era pagar el impuesto a los pobres, se negó y comenzó a
difundir el rumor de que Moisés había inventado ese impuesto para hacerse rico.
La ira de Dios cayó sobre Qarún y la tierra se abrió y se lo tragó como si
nunca hubiera existido.
“Por cierto que Qarún era del pueblo de
Moisés pero se ensoberbeció. Le habíamos concedido tantos tesoros que hasta las
llaves [de dichas riquezas] resultaban pesadas para un grupo de hombres
fornidos [cuando las cargaban]. Y recuerda [¡Oh, Muhammad!] cuando su pueblo le
dijo: No te jactes [de lo que tienes] porque Dios no ama a los presuntuosos. Y
trata de ganarte el Paraíso con lo que Dios te ha concedido, y no te olvides
que también puedes disfrutar de lo que Dios ha hecho lícito en esta vida. Sé
generoso como Dios lo es contigo, y no corrompas la Tierra; ciertamente Dios no
ama a los corruptores. Dijo [Qarún]: Por cierto que lo que se me ha concedido
es gracias a mi conocimiento [y Dios sabe que me lo merezco]. ¿Acaso no sabía
que Dios anteriormente había destruido a naciones más poderosas y con más
riquezas que él? Y los perversos no serán indagados sobre sus pecados.
Y se presentó [Qarún un día] ante su pueblo con todo su lujo, y quienes amaban la vida mundanal exclamaron: ¡Ojalá tuviéramos lo mismo que Qarún! Realmente que es muy afortunado. Y quienes fueron agraciados con el conocimiento dijeron: ¡Ay de vosotros! La recompensa de Dios para quien crea y obre rectamente será mejor, pero sólo la obtendrán quienes hayan sido perseverantes. Entonces hicimos que la tierra se tragase a Qarún y a su casa, y no hubo nadie que pudiese socorrerlo, y tampoco pudo salvarse a sí mismo. Y quienes antes habían deseado estar en su lugar comenzaron a decir: Dios le concede el sustento en abundancia o se lo restringe a quien Él quiere de Sus siervos. De no haber sido que Dios nos agració con Su misericordia nos hubiera tragado la tierra a nosotros también. Por cierto que los incrédulos nunca prosperarán.
Faraón convocó a Moisés al palacio. Ibn
Kazir narró que el Faraón quería matar a Moisés y era apoyado en ello por todos
sus ministros y oficiales de gobierno, excepto uno. Este hombre, que se cree
era pariente del Faraón, era un creyente en la Unicidad de Dios, aunque hasta
ese momento había mantenido su fe en secreto.
Dijo un hombre creyente de la familia del Faraón que ocultaba su fe: ¿Mataréis a un hombre porque dice: Mi Señor es Dios, siendo que os ha presentado las pruebas [evidentes] de vuestro Señor? Si se trata de un mentiroso, sobre él recaerá su mentira; y si dice la verdad os azotará una parte del castigo conque os amenaza [en esta vida y seréis destruidos]. Por cierto que Dios no guía a quien se extralimita, y es mentiroso.
El creyente habló con elocuencia,
advirtió a su pueblo que iban a sufrir un día de desastre como esos días que
habían afligido a la gente en el pasado. Les recordó que Dios había enviado
señales claras con Moisés, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. El Faraón
y muchos de sus ministros amenazaron con matar al creyente, pero Dios lo
mantuvo a salvo bajo Su protección.
Dios le preservó de las maldades que tramaron contra él, y la familia del Faraón fue azotada por un terrible castigo [y perecieron ahogados].
Dios le ordenó a Moisés que advirtiera
al Faraón que él y los egipcios sufrirían un castigo severo si los hijos de Israel
no eran liberados. Si la tortura, la opresión y el acoso no se detenían, las
señales de la ira Dios descenderían sobre ellos. La respuesta del Faraón fue
llamar al pueblo de Egipto, incluyendo a los hijos de Israel, a una gran
reunión. Les informó que él era su Señor, les señaló que Moisés no era más que
un humilde esclavo sin poder, fuerza ni posibilidades. La fuerza de Moisés, sin
embargo, venía directamente de Dios. A pesar de ello, la gente le creó al
Faraón y le obedeció, así que las señales del poder de Dios comenzaron a
descender.
Dios afligió a Egipto con una sequía
severa. Incluso el exuberante, verde y fértil valle del Nilo, comenzó a decaer
y morir. Las cosechas se perdieron y la gente comenzó a sufrir, pero el Faraón
se mantuvo arrogante, por lo que Dios envió una gran inundación que devastó la
tierra. La gente, incluyendo a los principales ministros, apelaron a Moisés.
Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía], si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo.
La tierra regresó a la normalidad y los
cultivos comenzaron a crecer de nuevo, pero los hijos de Israel seguían
esclavizados. Dios envió una plaga de langostas que devoró todo a su paso. La
gente acudió a Moisés rogándole su ayuda. Las langostas se fueron, pero los
hijos de Israel seguían esclavizados. Luego llegó una plaga de piojos,
propagando enfermedades entre la gente, seguida de una plaga de ranas que
acosaba y aterrorizaba a la gente en sus casas y en sus camas. Cada vez que
descendía un castigo de Dios, la gente le rogaba a Moisés que implorara a su
Señor por alivio, y cada vez se comprometían a liberar a los esclavizados hijos
de Israel, y cada vez, incumplían esa promesa.
Entonces, la última señal de la ira de
Dios fue revelada, el agua del río Nilo se convirtió en sangre. Para los hijos
de Israel el agua se mantuvo clara y pura, pero para todos los demás aparecía
como sangre roja y espesa. Incluso después de esta devastadora serie de señales
del desagrado de Dios, los hijos de Israel seguían esclavizados.
Y azotamos al pueblo del Faraón con años de sequía y mengua de frutos, para que reflexionaran. Y cuando les llegó nuevamente una época de prosperidad dijeron: Esto es lo que merecemos. Cuando les acontecía un mal le echaban la culpa a Moisés y a sus seguidores; pero ciertamente cuanto les ocurría era porque Allah así lo decretaba, pero la mayoría lo ignoraba. Y dijeron: Cualquiera que sea el signo que nos presentes para hechizarnos con él, no te creeremos. Enviamos entonces contra ellos la inundación, las langostas, los piojos, las ranas, y la sangre, como signos evidentes; pero se ensoberbecieron y fueron un pueblo de pecadores. Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía], si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo. Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta un plazo que habíamos decretado [para castigarles nuevamente] no cumplieron lo pactado. Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos habían desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes.