Hay lecciones para la humanidad a lo
largo de la historia de Moisés, que no sólo se aprenden después de su profecía,
sino que se encuentran incluso cuando era un recién nacido. El comportamiento
de su piadosa madre nos da muchas lecciones que son importantes aún hoy día.
¡Pon tu confianza en Dios!
Moisés nació en un año en el que los
hijos de los Hijos de Israel eran asesinados en el instante en que nacían.
Imagina el sentimiento de temor que impregnaba todos los aspectos de la vida en
esas condiciones. El embarazo ya no era un evento a celebrar y apreciar, sino
una fuente de miedo e inseguridad.
Los guardias de seguridad recorrían las
calles e invadían hogares buscando mujeres embarazadas, por lo que la madre de
Moisés ocultó su embarazo. Imagina las condiciones en las que ella dio a luz:
temor, silencio, posiblemente envuelta en la oscuridad. ¿Estuvo sola o rodeada
de mujeres? ¿Su esposo le sujetó la mano, rezando para que ella no gritara
revelándose así a los vecinos o guardias?
Cualesquiera fueran las condiciones,
Moisés nació. Un niño. El corazón de sus padres debió llenarse de alegría y
temor al mismo tiempo. ¿Qué iban a hacer ahora, cómo iban a ocultar a un recién
nacido? La madre de Moisés era una mujer recta, piadosa y temerosa de Dios, por
lo tanto, en su hora de necesidad se volvió hacia Dios y Él le inspiró sus próximas
acciones.
“Inspiramos a la madre de Moisés [y le dijimos]: Amamántalo, y cuando temas por él déjalo [en un cesto de mimbre] en el río. Y no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos y haremos de él un Mensajero.”
La madre de Moisés acababa de pasar sus
últimos meses ocultando su embarazo por temor a que su hijo fuera condenado a
muerte, y ahora que lo sostiene contra su pecho, Dios le inspira que lo arroje
al río. No a un suave manantial, sino al río Nilo, un enorme río con una
corriente fuerte. Su reacción inicial debe hacer sido que tal acción le estaría
condenando a una muerte segura.
La madre de Moisés puso su confianza en
Dios. “no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos.”
Hizo una canasta a prueba de agua, puso en su interior a su pequeño hijo y la
arrojó al río. Ibn Kazir narra que en cuanto la canasta tocó el agua, la
corriente pasó de rabiosa a tranquila y suave, meciendo la canasta
silenciosamente aguas abajo. La hermana de Moisés fue instruida por su madre
para que se deslizara en silencio a través de las cañas y siguiera a la cesta
en su viaje.
La canasta con su preciosa carga bajó
por el río Nilo, pasando desapercibida por casas, botes y personas, hasta que
se detuvo en el palacio del Faraón. La hermana de Moisés observó temerosa cómo
alguien de la familia del Faraón sacaba la cesta del río. Moisés fue lanzado al
río para escapar de una muerte segura y ahora su lugar de descanso es el
palacio del Faraón. Esto sin duda es demasiado para una madre, sin embargo los
eventos que estaban a punto de desarrollarse demostrarían que la promesa de
Dios es verdadera.
“...Dios siempre le dará una salida a quien Le tema. Y le sustentará de donde menos lo espera. Y quien se encomiende a Dios, sepa que Él le será suficiente y que Dios siempre hace que se ejecuten Sus órdenes. Ciertamente Él ha establecido a cada cosa su justa medida.”
El bebé Moisés fue llevado a Asiya, la
esposa del Faraón. Asiya, en contraste con su arrogante y orgulloso marido, era
una mujer justa y misericordiosa. Dios abrió su corazón y Asiya miró de abajo a
arriba al pequeño bebé sintiéndose superada por su amor hacia él. La pareja
real no pudo concebir un hijo y este pequeño niño despertó sus instintos
maternales. Asiya le apretó contra su pecho y le pidió a su marido que aceptara
al niño en la familia.
Posiblemente, en contra de su mejor
juicio, el Faraón aceptó al niño que fue parte del plan de Dios para derribar
la casa real. Lejos de abandonarlo, Dios puso a Moisés como hijo real de
Egipto, y le brindó el mayor apoyo humano en la tierra. Asiya y el Faraón ahora
tenían un hijo, que estaba protegido por la misma persona que había tratado de
matarlo.
“Hicimos que lo recogiera la gente del Faraón para que [sin saberlo] se convirtiera en su enemigo y fuese un pesar para ellos. Por cierto que el Faraón, Hamán y sus huestes eran pecadores. La mujer del Faraón dijo: [Este niño] Será mi alegría y la tuya, no le matéis. Puede que nos beneficie. ¡Adoptémoslo! Y ellos no presentían [que él sería su destrucción].”
Asiya convocó a las nodrizas al
palacio, pero el pequeño niño se negó a mamar. Esto fue causa de una gran
angustia, en esos días no habían fórmulas ni suplementos para ofrecerle al
bebé. En esa etapa el palacio real estaba en crisis, las mujeres de la familia
estaban quejándose sobre Asiya y su bebé recién nacido, de modo que nadie se
dio cuenta de la presencia de la hermana de Moisés entre los sirvientes. Ella
reunió todo su coraje y dio un paso adelante ofreciendo una solución. Dijo que
sabía de una mujer que amamantaría al niño con cariño. ¿Por qué la familia real
tomaría el consejo de una niña desconocida, sino para cumplir con el plan de
Dios? Le ordenaron a la hermana de Moisés que se apresurara en buscar y llevar
a la mujer.
“No permitimos que ninguna nodriza pudiera amamantarlo. Dijo [la hermana de Moisés]: ¿Acaso queréis que os indique una familia que puede encargarse de cuidarlo y aconsejarlo para su bien?”
La madre de Moisés estaba en su casa.
¿Deambulaba o lloraba en silencio? No sabemos, pero Dios nos dice que su
corazón estaba vacío y que ella estaba a punto de exponerse. ¿Estaba
considerando correr hacia el río y buscar frenéticamente entre las cañas? Dios
le alivió su tormento cuando su hija entró en la casa sin aliento contándole la
historia de lo que había ocurrido con Moisés.
Madre e hija no perdieron tiempo en
regresar al palacio. Cuando Moisés fue entregado a su verdadera madre, se
acomodó de inmediato y comenzó a mamar. Según Ibn Kazir, la familia, incluyendo
al propio Faraón, quedó atónica. El Faraón preguntó ala mujer quién era ella, y
ella respondió: “Soy una mujer de leche dulce y dulce aroma, y ningún niño se
me niega.” El Faraón aceptó esta respuesta, y entonces Moisés volvió a los
brazos de su madre y se crio en el palacio como un príncipe de Egipto.
“Y así se lo devolvimos a su madre como nodriza para que se alegrara y no se entristeciera demasiado por la separación, y para que supiera que lo que Allah promete se cumple; pero la mayoría [de los hombres] lo ignoran.”