Mi nombre es Viviana Espin. Soy de
Ecuador y tengo 21 años.
La vida siempre tiene momentos buenos y
malos. A veces, cuando pienso en el pasado, siento un dolor profundo. Quisiera
que las cosas hubieran sido diferentes, quizás tener una familia normal, tal
vez unos padres amorosos. No lo sé, pero estoy segura de que todo tiene una
razón.
Mi infancia fue muy dura, mi padre era
un hombre violento, mi madre era muy sumisa, teníamos problemas de dinero, y
muchas otras cosas que influenciaron la salud mental de mi hermano y la mía
propia. En mi infancia, mi madre solía enseñarme en casa algunas vocales,
algunas palabras en inglés, y otras cosas, y me hice tan buena para aprender
que a los 4 años de edad mi madre decidió enviarme a la escuela.
Mis padres me mandaron a estudiar en un
colegio católico. A mi madre le gustaba porque ella quería que yo tuviera buena
fe en Dios y también una buena educación. A mi padre también le gustaba porque
era uno de los mejores colegios en la ciudad donde vivíamos, y él siempre había
sido arrogante y vanidoso, así que le gustaba decirles con orgullo a sus amigos
dónde estaba estudiando yo.
Desde el comienzo, yo era más joven que
mis compañeras de clase, así que ellas solían ser crueles conmigo. Me pegaban
chicle en el cabello y robaban mis cosas, tiraban mi comida a la basura y
muchas otras cosas.
Como era la más joven, la rectora del
colegio decidió hacerse cargo de mí. De modo que yo no pasaba el recreo en el
patio con las otras niñas. Solía pasar este tiempo en la oficina de la rectora
o de la secretaria del colegio. Por cierto, como era un colegio católico, casi
todas las profesoras, la rectora y las directoras eran monjas.
Comencé a estar muy cerca de ellas y
ellas también comenzaron a apreciarme mucho, de modo que comenzaron a dejar que
me quedara con ellas en sus casas, ya que estaban en el terreno del colegio.
Ellas tenían su casa al lado del edificio del colegio, dentro del mismo lote.
Yo ya era diferente del resto de mis
vecinos y niños de mi edad.
Mis padres se divorciaron cuando yo
tenía unos 8 años de edad, y este fue de lejos uno de los eventos más
traumáticos de mi vida. Cuando paso mucho tiempo sola en un lugar cerrado, mi
mente comienza a volar y a pensar en cosas a las que a veces no les hallo
respuesta.
Mi madre se hizo más religiosa, pero
comenzó a controlarme mucho. A veces esto era bueno, y a veces no. Siempre
crecí con miedo, inseguridad y dudas.
Comencé a apreciar los lugares
tranquilos con poco ruido alrededor, pero de forma de estar en contacto con la
naturaleza. Esos eran los únicos momentos en que me gustaba estar a solas.
El único lugar en el que solía
encontrar eso, era con las monjas. El colegio tenía un gran patio verde, así
que solía echarme allí y disfrutar mirando el cielo y sintiendo el viento
cubriéndome. Esto se sentía muy tranquilo.
Las monjas me apreciaban mucho y yo
disfrutaba el tiempo con ellas. También sentí que la única manera de tener un
escape de los problemas de mi casa, era buscando refugio en Dios.
A los 12 años de edad, le dije a mi
mamá que quería quedarme en el convento con las monjas de mi colegio y ser una
de ellas.
Mi mamá se enojó y se puso feliz al
mismo tiempo, le agradaba que quisiera estar cerca de Dios, pero me dijo que su
deseo era tener nietos algún día, así que no me dejó unirme a las monjas. Ese
era mi último año con las monjas.
Después de la respuesta negativa de mi
madre, decidí acercarme a Dios, estudiar y entender mejor lo que dice la
Biblia. Después de comenzar a leerla a consciencia, me di cuenta de que tiene
muchas cosas que no tienen sentido, muchas contradicciones, y en algunas partes
hay cosas que me parecieron como que la idea no estaba completa. Así que tuve
la necesidad de saber dónde estaba el resto, y las respuestas a mis inquietudes
que, en mi opinión, no eran claras, ni lógicas.
Comencé a leer libros sobre religiones,
y la Internet también fue muy útil para buscar.
Encontré información sobre Judaísmo,
Budismo, Agnosticismo, Hinduismo y el propio Cristianismo, y las diferentes
sectas, etc. Ninguno de ellos satisfizo mi lógica. Nunca estuve interesada en
buscar sobre el Islam debido a todas las cosas malas que había escuchado sobre
él. Pero al final, decidí mirar el Islam para ver de qué se trataba, como mi
última opción de encontrar una respuesta lógica.
La trinidad nunca fue clara para mí.
Así que cuando comencé a investigar el Islam vi las respuestas a muchas de mis
preguntas. El Islam tenía sentido para mí, respondía mi pregunta sobre el
número de dioses, está claramente declarado en el Corán que hay solo Uno. Esto
respondió mis preguntas sobre Jesús. Entendí que la Biblia había sido alterada
y que ya no estaba en su forma prístina, y sentí que finalmente había hallado
la verdad.
Leí un poco sobre el Profeta Muhammad, que
la paz de Dios sea con él, y lo encontré muy similar a Moisés. ¿Por qué no
habría de creer en un último mensajero de Dios, cuando él tenía el mismo
mensaje que trajeron todos los demás profetas? Todo esto me hizo sentir que
finalmente había encontrado la religión real.
Tenía tal vez 17 o 18 años, no lo
recuerdo, cuando le dije a mi mamá que quería cambiar mi religión y hacerme
musulmana. Le dije que quería ir al Centro Islámico de nuestra ciudad y
aprender más. Mi mamá se enfadó y me dijo que sólo los cristianos podían vivir
en su casa, y que si pensaba seriamente cambiar mi religión, tendría que irme
de la casa. Así que le dije que estaba bromeando, para que olvidara el asunto.
Ella llamó a mi tía, y mi tía me mandó
un libro contra el Islam. Leí el libro y me asustó, y dejó mi mente llena de
dudas y temores. Así que dejé la idea de hacerme musulmana, pero tampoco quería
regresar al Cristianismo porque no me sentía cómoda con ello desde antes.
Mi mamá cambió su religión de católica
a evangélica, después de un milagro con uno de sus hermanos. Él tenía cáncer y
los doctores dijeron que no viviría más de una semana, quizás un mes. Dos años
pasaron desde entonces y mi tío todavía está con nosotros.
El día en que mi madre decidió
convertirse yo también traté de hablar con ella sobre el Islam de nuevo, y le
pedí que viniera conmigo al Centro Islámico para preguntar acerca de las dudas
y los temores del libro. Mi mamá estaba tan abierta ese día que aceptó. Pero
eso fue en la mañana. En la noche, ella volvió a casa como evangélica, y con
una convicción muy fuerte sobre ello, así que me fue imposible hablar con ella
sobre el Islam de nuevo. Unos pocos meses después de esto conocí a un musulmán
con el que me casé poco tiempo después, y después de eso me mudé a Egipto para
estar con él.
Los dos sueños más grandes de mi vida
eran venir a Egipto y casarme con un buen hombre que me amara, me cuidara y
fuera romántico, la clase encantadora de príncipe con el que, estoy segura, sueñan
todas las chicas de niñas. Pero siempre pensé que nunca podría ver estos sueños
convertirse en realidad. Debido primero a mi situación financiera, que me hacía
imposible viajar a Egipto, y segundo, no pensé que el hombre que quería pudiera
existir en el mundo real sino sólo en mi sueño.
Dios me dio todo lo que deseé. Pero
honestamente, nunca he sido agradecida por todo lo que Él me ha dado.
Después de llegar a Egipto, todavía no
estaba segura de querer convertirme. Mi nuevo esposo me presentó a una dama
maravillosa con conocimiento, paciencia y fe. Su nombre era Raya. Ella me ayudó
a analizar mejor mi situación y aclaró todas las dudas y los conceptos erróneos
que solía tener sobre el Islam.
Finalmente hice la Shahadah el
sábado 30 de agosto de 2009. Hice la Shahadah solo porque estaba
convencida de la existencia de Un Dios y de que Muhammad, que la paz de Dios
sea con él, fue su último Mensajero y Profeta. Pero dije que iba a comenzar a
practicar cuando sintiera que era el momento adecuado. Ellos estuvieron de
acuerdo conmigo en ese momento y no tuve la intención de comenzar pronto un aprendizaje.
El lunes siguiente, todo cambió. Mi
esposo y yo tuvimos una situación muy mala por mi culpa, y él me divorció.
Sentí que mi mundo fue destrozado en pedazos.
En mi desesperación, no sube a quién
más pedirle ayuda, sino a Raya. Desde ese día, ella me ha estado dando su apoyo
y me ha tomado como su hija en su casa.
Mi mamá solía decirme que los humanos
nunca aprenden hasta que ocurren cosas malas. Esto es muy cierto. Todos los
problemas con mi esposo me hicieron sentir la necesidad de buscar ayuda en Allah
(Dios) y pedirle perdón.
Apenas estoy en el proceso, pero tengo
la sensación real de que quiero servir a mi Señor y serle agradecida. Comencé a
cambiar mi forma de vestir y ahora uso hiyab, y siento que quiero cambiar toda
mi vida. Quiero probarle a Dios, al hombre que amo, y a mí misma, que soy una
persona nueva.
Después del divorcio, gracias a Dios,
mi esposo me dio una luz de esperanza, de que con la ayuda de Dios podremos
estar de nuevo juntos pronto.
Ahora tengo que fortalecerme en mi religión, y él necesita tiempo para perdonarme. De todos modos, espero que al final de este año, dios me de la fuerza que necesito para aceptar cualquier decisión que provenga de Él.
Fue una lección que cambió toda mi
vida, sin duda.